El 25 de agosto se cumplen 25 años de uno de los actos de resistencia más importantes del año 1983. El 11 de agosto los sacerdotes Luis Pérez Aguirre y Jorge Osorio comenzaron un ayuno por una Jornada de Reflexión Nacional. Tres días después se sumó el pastor Ademar Olivera. La medida se extendió hasta el 25 de agosto, día en que se convocó a cacerolear como medida de protesta pacífica ante la cerrazón del gobierno cívico-militar.
A las ocho de la noche, miles de uruguayos apagaron las luces de sus casas y la caceroleada se extendió por Montevideo y ciudades como Salto, Paysandú o Colonia. El comunicado oficial registró el hecho de esta manera: “Se pudo comprobar que ente las 20:00 y las 20:30 horas, en distintos puntos de la ciudad, se produjeron apagones voluntarios de luz acompañados de intensos golpeteos de utensilios de cocina”. Cientos se manifestaron pacíficamente en la calle aunque la forma no violenta de las manifestaciones no impidió la represión: 173 personas fueron detenidas frente a la sede de SERPAJ y otras 225 en la avenida 18 de julio.
Semanas después el SERPAJ fue ilegalizado y sus bienes incautados. Sin embargo, la protesta significó un jalón muy importante en el camino a la democracia. La había precedido el acto del 1º de mayo por “Libertad, Trabajo, Salario y Amnistía”. Y le siguió la Semana del Estudiante “Por una enseñanza democrática” (septiembre), el Acto del Obelisco “Por un Uruguay sin exclusiones” (noviembre) y el Vuelo de los Niños del Exilio (diciembre). Los tres religiosos que realizaron aquel ayuno son referentes éticos importantísimos a los que tenemos que recordar por su contribución a la recuperación -y a la calidad- de nuestra democracia. Las y los uruguayos nos hemos de sentir orgullosos.