martes, 14 de octubre de 2008

Homenaje a la primera jornada nacional de protesta contra la dictadura en la Junta Departamental

El 1º de octubre de este año, la Junta Departamental de Montevideo realizó una sesión de homenaje a las luchas democráticas de 1983, simbolizadas por la primera jornada de protesta social contra la dictadura, el día 25 de agosto de aquel año. Publicamos en este blog algunos extractos de las intervenciones de ediles de los distintos partidos. Clickeando el título de esta entrada podrán consultar los discursos en toda su extensión.

EDIL GABRIEL WEISS

Creo que todo el año ’83 se convierte en una inolvidable gesta del pueblo uruguayo que estaba representado en los distintos ámbitos en sus partidos políticos, en los ámbitos religiosos para quienes tienen fe religiosa, en las movidas estudiantiles y sindicales, en las movidas culturales, una magnífica gesta que rompió definitivamente un dique que ya venía resquebrajándose y que permitió que el pueblo uruguayo recuperara su libertad. Y esto debemos recordarlo todo el tiempo, porque hay que estar siempre alerta para no retornar a caminos que nadie desea y porque la defensa de la libertad es un compromiso de los 365 días del año, todos los años.

EDIL MARIO CALANDRA

Aquellos caceroleos terminaban en concentraciones en plazas como la Lafone, la Gomensoro y la de los Olímpicos. Allí se encontraban diferentes ideologías; nos encontrábamos los que hoy posiblemente estemos enfrentados, pero en ese momento nos abrazábamos colorados, blancos, frenteamplistas, anarquistas, y se veía esa bandera común, que era la bandera uruguaya, y cuál era el fin.

EDIL ANÍBAL GLOODTDOFSKY

Cuando en la Interpartidaria de mayores y en la juvenil se dio la discusión -que no fue menor- acerca de si se anexaba o no una caceroleada -porque había muchos a favor de que fuera solamente un apagón-, yo descreía que fuera a darse lo de la caceroleada. A mí me habían asignado llevar los volantes en la parte de 8 de Octubre, pues yo ahí tenía un reparto de diarios y conocía bien la zona. Esa noche iba caminando por 8 de Octubre y Carlos Crocker cuando llegó la hora. Se apagaron un poco las luces, y yo dije: “No va a pasar nada; vamos a volver a tener otro fracaso más”, porque habíamos tenido -repito- tres o cuatro fracasos duros. De pronto, por ahí se escuchó un grito, y enseguida dos ruidos aislados, y aquello empezó a parecer una noche de lluvia intensa, de esas en que la lluvia golpea contra las ventanas y los techos; era un ruido parecido a ese, que iba in crescendo. El sonido fue creciendo y creciendo, y de pronto ya no importaron las luces; había gritos, apareció uno en la esquina con un fierro y le empezó a pegar a las columnas, que producían un ding dang, como de campanadas. Sigue el sonido, siguen los gritos, alguien pasa y toca bocina... “Si usted tiene muchas ganas de cantar, no se quede con las ganas de cantar”, decía aquella canción de “Canciones para no dormir la siesta”, que curiosamente estaba siendo emitida en las radios en ese momento. La canción decía: “Si usted tiene muchas ganas de aplaudir, no se quede con las ganas de aplaudir. Si usted tiene la razón y no hay oposición, no se quede con las ganas de cantar”. Eso nos llevó a todos a la sorpresa, a reunirnos y a festejar el hallazgo de una forma de protesta esencialmente pacífica, esencialmente demostrativa de lo que la gente estaba reclamando en esos días. Fue una instancia muy satisfactoria para quienes integramos ese grupo.

EDIL DANTE NIEVES

Nosotros, en lo personal, teníamos reuniones secretas -todos sabían que las teníamos- dentro de la planta de ANCAP, con David -nunca me puedo acordar de su apellido; lo vi hace pocos días y está muy viejito-, que era operario en la refinería de La Teja. Fue el único funcionario que se negó a cumplir la resolución de la dictadura militar que establecía que los funcionarios debían pasar a un régimen de ocho horas. Hasta el día en que se jubiló se mantuvo en un régimen de seis horas; fue un caso único. Dijo que a él no lo podían obligar, y no lo obligaron. Nos reuníamos con David y con el “Cholo” Bentancur en la planta de tratamiento Doktor, y ahí organizábamos nuestra agrupación de trabajadores colorados de ANCAP; así la tuvimos, así participamos en elecciones democráticas dentro del gremio y así participamos desde el año ’81 u ‘82, en que empezamos a organizar los grupos. Quería traer ese recuerdo de militancia porque, en definitiva, refleja la construcción de una trinchera, que fue la que mencionó el señor Edil Weiss en su intervención, y la construcción de otra trinchera en la que participaron los compañeros del Partido Nacional. Nosotros también nos reuníamos a escuchar los casetes de Wilson que llegaban del exterior y participábamos en actividades con ellos para sentir esa inyección de deseos de libertad que nos íbamos insuflando unos a otros. Los militantes del Partido Colorado, modestamente y desde nuestra trinchera, construimos esa llegada.

EDIL DARI MENDIONDO

[La lucha] se dio en los planos nacionales e internacionales, en las fábricas, en las aulas estudiantiles, en las iglesias; la dieron las amas de casa, la dieron los curas democráticos avanzados y progresistas, como acá se ha dicho y, en particular, el Arzobispo Carlos Parteli. Se dio también en la masonería, en las colectividades extranjeras y democráticas, y en las cárceles, en las que estábamos presos. Como bien decía el señor Edil Weiss, los presos no pudimos... Es más, muchas veces este tipo de cosas no llegaban a tiempo y se traslucían a través de las visitas, incluso de niños. Era muy difícil llegar con la información precisa de lo que se iba a hacer o de lo que se estaba haciendo, máxime tratándose de cosas clandestinas, como bien decía el señor Edil Gloodtdofsky en ese extraordinario relato que hace acerca de cómo empezaron la caceroleada y el apagón. Él hablaba de la falta de fe y de confianza de un joven que veía fracasos, que veía esa sombra negra, ese peso enorme de la dictadura, que asfixiaba. Pero, en realidad, se estaba dando lo que en términos revolucionarios se llaman condiciones objetivas y condiciones subjetivas. Puede haber condiciones objetivas para un salto, para un cambio, pero si en la conciencia de la gente no se ha materializado la necesidad del cambio, no hay cambio, y no se puede imponer, no se puede copiar. Son producto de las experiencias propias, particulares, nacionales. Eso fue lo que se dio en este caceroleo; había condiciones objetivas y subjetivas, porque la gente estaba perdiendo el miedo.

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